nací en Rosario y elegí la odontología como profesión. Soy autodidacta desde niña, romántica, soñadora, un poco solitaria, creativa y me encantan los desafíos. Soy madre y me dedico también a la cosmética natural artesanal; me gusta leer y salir a correr.
Estudié en la Universidad Nacional de Rosario la carrera de Odontología de 1999 a 2004 y profundicé mis estudios en las áreas que me iba pidiendo la clínica diaria en el consultorio, pero siempre me desempeñé como generalista debido a mi necesidad de ver el todo, de entender al paciente como a una persona con características y circunstancias particulares, y entre otras cosas problemas dentales, antes que al portador de una boca enferma. Siempre me identifiqué con la visión holística de la medicina, buscando entender el sentido y origen de las cosas, aunque ya entendí que no siempre lo lograré. Me considero minimalista, también en mi profesión, ya que siempre supe que el mejor trabajo dentro del cuerpo humano es el que no se hace, pero si se hace, que sea con amor, ciencia y arte.
Amo el arte y la naturaleza, lo que explica un poco mi elección profesional. Pero también me apasiona la psicología y el yoga, y recientemente descubrí que se pueden relacionar con mi trabajo.
En muchas ocasiones, cuando finalizo un tratamiento odontológico de cualquier tipo, sobre todo cuando doy el alta, noto que ocurren cambios en ese paciente, algo intangible que no se limita a los dientes, ni a la boca, ni siquiera se limita a lo físico, sino que abarca toda la persona. A veces es apenas perceptible, otras veces, radical, pero en general observo una especie de belleza, una completitud, algo positivo que no había visto al inicio del tratamiento. ¡Qué importante es para el ser humano ese pequeño orificio tan misterioso situado en la cara! ¿No creen? ¿Por qué será? Al fin estoy cerca de responder a mi pregunta…
